Este jueves... un invitado especial

Se me hace tarde y aún no he hecho mi relato para el jueves.  Pues, mi invitado ha tenido la audacia de faltar a la cita, y como dice el dicho “si Mahoma no va a la montaña la montaña viene a Mahoma”. Bueno, en realidad no iré a una montaña precisamente, sino  a un departamento ubicado en el edificio Escala, en Seatle.

Me he preparado para la ocasión lo mejor que pude, no sé si para impresionarle, seducirlo o caerle simpática,  pues este hombre me genera una mezcla de curiosidad y atracción.  La cuestión es que una vez en el departamento, quedé impactada. Unos grandes ventanales permitían una vista panorámica de la ciudad, increíble.  La decoración era de un lujo impecable.

Todo muy lindo, pero mi “invitado” (que ahora debería hacer de anfitrión) nada de aparecer. Debo admitir que soy bastante impaciente y esta situación ya me estaba poniendo nerviosa, así que mientras respiraba hondo y pausado para controlar mi ansiedad, comencé a inspeccionar el lugar.

Llegué a la cocina, y viendo que no faltaba nada de beber me autoinvité con un trago: un vino Bollinger Grande Anneé  Rosé 1999.

Empuñando la fina copa, seguí fisgoneando por las distintas estancias del departamento esperando toparme con él, aunque corriera el riesgo de quedar como una metiche de primera categoría.

Recorriendo, entre paso y trago, paso y trago,  fui a parar a su dormitorio.

“¡Wow!” Dije para mis adentros, cuantas fantasías genera esta habitación… Sin embargo, no me atreví  más que a sentarme unos segundos sobre la cama, sobre todo porque el vino se me estaba subiendo a la cabeza y me sentía un poco mareada.

Salí de allí para dirigirme a otra habitación y otro “¡Wow!”, una mesa de pool, parecía llamarme diciéndome “ven a jugar conmigo”…  Ciertamente el vino estaba actuando poderosamente en mí. Tomé el taco y allá fui, a darle de lleno a la bola 5, con tal mala suerte que rasgué el paño, la bola le dio a la copa y el vino que quedaba se derramó.

Salí disparada, temiendo lo peor: que apareciera mi invitado y me echara a patadas. Pero no, termine metiéndome de apuro en la primera habitación que encontré y… Réquete WOW, vi todo rojo… vi una cama enorme, cuerdas para practicar el bondage, fustas,  varas y cruces de madera y otra serie de adminículos extraños…

Me acerqué lentamente a tomar una fusta, cuando de pronto algo tibio se posó en mi hombro…

Me di media vuelta, algo ebria y asustada, y por un impulso salido de no sé dónde apliqué toda mi fuerza a la mano que sostenía la fusta y lancé un golpe certero que fue a darle de lleno  al hombre que estaba detrás de mí.

-Ohhh! Christian Grey! – grité.

Y salí huyendo despavorida. Esa fue mi super cita con el protagonista de Cincuenta Sombras.

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