Un loco amor de verano

Tanta lata de atún cobró efecto en los muchachos a los que se le antojó comer pescado que no estuviera enlatado.
Fue en ese momento que un señor de bigotes, que pasaba con un carrito repleto, le comentaba a su mujer que por la tarde iría al Río Seco a pescar. La carcajada de Tom fue inmediata.
- Ja ja ja, solo a este tipo se le ocurre ir a pescar a un río seco, lo único que va a encontrar son pescados bien muertos.

El panorama que describió a continuación de pescados podridos, malolientes, fue tan desagradable, que su hermano lo hizo callar de un pisotón.
- ¡Mierda! – gritó, como no podía ser de otra manera.
-No creo que sea como decís, y por el contrario me parece una buena idea que fuéramos a pescar nosotros también – Y mirándome a los ojos dijo: -Si gustan podríamos ir juntos. Estuve a punto de decirle que me gustaba, me encantaba, me fascinaba y me emocionaba acompañarlo, pero me pareció una exageración. Por nuestra parte la decisión estaba más que tomada, el tema era que mis abuelos nos dejaran ir. Winny le comenzó a dar explicaciones a mi abuelo de las ventajas de comer pescado fresco, además de ser muy económico. A medida que ella hablaba, mi abuelo observaba a los chicos con mayor desconfianza, pero luego de poner condiciones, advertencias y consejos terminó por dejarnos ir siempre y cuando regresáramos antes del atardecer.

Pegamos un brinco de la alegría y ellos quedaron en pasarnos a buscar dentro de dos horas.Nunca en mi vida me pareció tan atractiva la idea de pasar horas quieta con una caña en la mano, rezando para que algún pececito mordiera el anzuelo.

Coninuará...