Un loco amor de verano

Cuando mi abuelo nos vio llegar sonrió con satisfacción; estábamos cumpliendo con lo pactado (Tal vez esos dos chicos eran merecedores de más confianza) nos despedimos con la promesa de un reencuentro.
Yo no paraba de lanzar suspiros al aire.
Winny no paraba de hablar de mojarritas, espías y tiburones, seguro que se había creído todas las historias que Tom le había contado.
Mientras miraba por la ventana, distraída entre tantos pensamientos, veo, no sin sorpresa, que mi abuelo hablaba con el gordo bigotudo en el jardín del fondo.

En ese entonces comprendí todo: ¡Mi abuelo lo había contratado para que no nos perdiera de vista! ¡Qué falta de confianza! Luego de pensarlo un poco, comprendí su temor, esos dos chicos no dejaban de ser unos desconocidos. Un escalofrío me recorrió la espalda, porque en realidad, poco y nada sabíamos de ellos. Yo estaba fascinada, eso no voy a negarlo y por primera vez mi corazón latió con pasión ante un chico. De golpe me nació la desconfianza, desconfiaba de las ilusiones de las fantasías que nacían de un sentimiento muy fuerte. ¿Me estaré enamorando? Y de ser así ¿Sería posible de que a él le pasara lo mismo? Seguramente tendré que averiguarlo.

Continuará...