Un loco amor de verano

Nuestro siguiente encuentro fue dos días después, a la noche. Dos días que me parecieron eternos sin saber de nada él más eternos y desesperantes al tener que escuchar a Winny barajando posibilidades a cerca de por qué no nos habíamos vuelto a encontrar. - Me juego la cabeza y las patas a que la otra noche se perdieron en el camino o se cayeron en un pozo. Es posible que anden a los gritos pelados pidiendo auxilio. - Ay! Cállate, nada que ver! No digas bobadas. - Esta bien, lo que vos digas. Aunque también podría ser, que fueron otra vez a pescar y un súper tiburón, como los que pesca Tom se los morfó enteritos. - Winny en el Río Seco hay menos tiburones que en el desierto, no inventes, seguro que habrán tenido que hacer otras cosas. Winny quedó pensativa por un corto rato, luego abrió los ojos y la boca tan grande que enseguida me dí cuenta que se venía otra barbaridad. - Ya sé, ahora sí me cierra todo, el gordo de la playa los raptó- Claro, yo había omitido contarle a mi amiga que el gordo no era más que un espía de mi abuelo, así que esa hipótesis tampoco la creí. Por suerte hoy a la noche golpearon la puerta de nuestra cabaña. Eran ellos, sanitos y salvos, lo que tiraba por la borda todas las especulaciones de Winny y también las mías que aunque no las decía en voz alta no dejaban de dar vuelta en mi cabeza, pues, yo imaginaba que simplemente se habían olvidado de nosotras. Sin embargo no fue así y la justificación que dieron era clara y entendible. Habían tenido que hacer un recorrido con sus padres por varios lugares antes de irse, se me hizo un nudo en la garganta, si dudas esta sería la despedida.

Continuará...